ORIGEN
Pintar
en las paredes
puede
parecer entre trasgresor y moderno, pero lo cierto es que es una
practica que existe desde siempre. Nuestros antecesores
prehistóricos
no
empuñaban aerosoles, pero ya grabaron sus dibujos
en cuevas
utilizando
siluetas y soplando polvos de color a través de huesos huecos. Un
anticipo.
Los
primeros graffitis fueron encontrados en ciudades como Roma, Pompeya
y Mesoamérica, pero generalmente se atribuye a épocas posteriores.
En
1888, el famoso asesino en serie Jack
el Destripador
utilizó
una pared para escribir con sangre un enigmático mensaje junto al
cuerpo de una de sus víctimas. No, no era un graffiti como hoy lo
entendemos, pero de alguna manera se le parecía. Como también se
asemejaban las pintadas propagandísticas que los nazis
dejaron
en algunos lugares estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial
para fomentar el odio a los judíos; o los posters y pancartas de los
movimientos
estudiantiles de
la década de 1960.
En
su versión más actual, tal y como hoy los conocemos, los graffitis
nacieron a finales de la década de 1970 en EEUU;
más concretamente en las ciudades de Nueva
York y Filadelfia.
El movimiento estuvo ligado desde el principio a zonas más
marginales. Los primeros artistas callejeros pintaban firmas y
escuchaban hip hop. Su creatividad sorprendía y gustaba, tanto que
empezaron a crear en sitios públicos y a adquirir gran popularidad.
Sería
imperdonable referirnos al origen del graffiti y no mencionar a
Demetrius, un joven griego que trabajaba como mensajero en Nueva
York, y cuyo trabajo, firmado con el seudónimo TAKI
183,
fue copiado por otros jóvenes, extendiendo la práctica grafitera
con más velocidad incluso que la que alcanzaban los metros que estos
mismos pintaban.
Tras
extenderse por todo EEUU, el movimiento grafitero adquirió
popularidad en Europa,
donde dos ciudades, Ámsterdam
y Madrid,
fueron pioneras
gracias
a las influencias del punk

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